“Mi Humanidad estando en la tierra se veía muy estrecha ante la Divinidad, y como era inseparable de Ella no hacía otra cosa que entrar en la Inmensidad de la Voluntad Eterna y abría innumerables fuentes en favor de las criaturas, porque siendo abiertas por un Hombre Dios, daba a la familia humana el derecho de acercarse a estas fuentes y tomar de ellas lo que quisieran. Así pues formé la fuente del amor, la de la oración, otra de la reparación, la fuente del perdón, la de mi sangre, la de la gloria. Ahora, ¿quieres saber quien agita estas fuentes para hacerlas brotar y hacerlas derramarse de modo que toda la tierra quede inundada? El alma que entra en mi Querer; conforme entra, si quiere amar se acerca a la fuente del amor y amando, o con sólo poner la intención de amar, agita la fuente, las aguas al ser agitadas crecen, se desbordan e inundan toda la tierra y a veces son tan fuertes estas agitaciones, que las olas se elevan tanto que llegan a tocar el Cielo e inundan la patria celestial; si quiere rezar, reparar, conseguir el perdón a los pecadores, darme gloria, agita la fuente de la oración, de la reparación, del perdón, y éstas brotan, se desbordan e inundan a todos. ¿Cuántos bienes no ha conseguido al hombre mi Humanidad? Dejé las puertas abiertas para que pudieran entrar cuando quisieran, pero qué pocos son aquellos que entran.”
Libro de Cielo, Enero 28, 1922, Volumen 13
“Hija mía, cuando el alma se sirve de mi Humanidad como medio para obrar, aunque sea sólo un pensamiento, un respiro, un acto cualquiera, son como tantas gemas que salen de mi Humanidad y se presentan ante la Divinidad, y como salen por medio de mi Humanidad, tienen los mismos efectos de mi obrar cuando estaba sobre la tierra.”
Libro de Cielo, Octubre 8, 1901, Vol. 4
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