La mortificación debe ser el respiro del alma
Continúa casi siempre lo mismo. Esta mañana, Jesús, después de haberme renovado las
penas de la crucifixión me ha dicho:
“La mortificación debe ser el respiro del alma. Así como al cuerpo le es
necesaria la respiración, y del aire bueno o malo que se respira, así queda
infectado o purificado, también por la respiración se conoce si está sano o
enfermo el interior del hombre, si todas las partes vitales están de acuerdo;
así el alma, si respira el aire de la mortificación todo estará en ella purificado,
todos sus sentidos sonarán con un mismo sonido concordante, su interior
exhalará un respiro balsámico, saludable, fortificante; pero si no respira el
aire de la mortificación todo será discordante en ella, exhalará un respiro
maloliente y nauseante, mientras está por domar una pasión otra se
desenfrena, en suma, su vida no será otra cosa que un juego de niños.”
Me parecía ver a la mortificación como un instrumento musical, en el cual, si todas las
cuerdas están buenas y fuertes, produce un sonido armonioso y agradable, pero si las
cuerdas no son buenas, ahora hay que reparar una, ahora hay que afinar otra, por lo
que todo el tiempo lo usa en ajustarlo pero jamás en tocarlo, a lo más podrá emitir un
sonido discordante y desagradable, por eso jamás hará nada de bueno.
Libro de Cielo. Febrero 16, 1900, Vol. 3, Cap. 38
“La mortificación produce la gloria. Quien quiere encontrar la fuente de todos
los placeres, debe alejarse de todo lo que pueda disgustar a Dios.”
Libro de Cielo. Junio 17, 1902, Vol. 3, Cap. 133
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