“Hija mía, Yo soy Luz eterna, y todo lo que sale de Mí es luz, así que no es solamente mi latido el que hace salir luz, sino cada pensamiento mio, respiro, palabra, paso, cada gota de mi sangre, es luz que se desprende de Mí, y que difundiendose en medio de todas las criaturas, se sustituye como vida de cada una de ellas, queriendo la correspondencia de sus pequeñas luces, porque también ellas son luz, pues también ellas han salido de dentro de mi misma Luz, pero el pecado convierte en tinieblas el obrar de la criatura.
Hija mía, amo tanto a la criatura, que la concebí en mi aliento y la di a luz sobre mis rodillas, para hacerla reposar sobre mi seno y tenerla al seguro, pero la criatura me huye, y Yo, no sintiéndola en mi aliento ni encontrándola sobre mis rodillas, mi aliento la llama continuamente, y mis rodillas están cansadas de esperarla y la voy buscando por todas partes para tenerla conmigo de regreso. ¡Ah, en qué estrecheces de dolor y de amor me ponen las criaturas!”
Libro de Cielo. Septiembre 28, 1921, Vol. 13, Cap. 20
¡Oh! cómo nuestro Padre Celestial más que padre suspira, arde, delira por sus hijos, porque habiéndolos parido de su seno espera su regreso para gozárselos en sus brazos amorosos. Y es propiamente esto el reino del Fiat Supremo, el regreso de nuestros hijos a nuestros brazos paternos, y por eso lo suspiramos tanto.”
Libro de Cielo. Noviembre 20, 1926, Vol. 20, Cap. 27
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