Continuando mi habitual estado, y estando con suma amargura por las continuas privaciones de mi adorable Jesús, se ha hecho ver diciéndome:
“Hija mía, la primera mina que se debe arrojar en el interior del alma es la mortificación, y cuando esta mina se pone en el alma echa por tierra todo, e inmola todo a Dios, porque en el alma hay como tantos palacios, pero todos de vicios, como sería el orgullo, la desobediencia y tantos otros vicios, y la mina de la mortificación derrumbándolo todo reedifica muchos otros palacios de virtudes, inmolándolos y sacrificándolos todos a la gloria de Dios.”
Libro de Cielo. Mayo 28, 1904, Vol. 6, Cap. 39
¡Oh, cómo se vuelve atractiva el alma mortificada y sufriente, cómo es hermosa, y Yo siento tal atracción hacia ella que enloquezco por esta alma y todo lo que quiere le doy.
Libro de Cielo. Febrero 21, 1900, Vol. 3, Cap. 41
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