Estando en mi habitual estado, ha venido la Reina Madre y me ha dicho:
“Hija mía, mis dolores, como dicen los profetas, fueron un mar de dolores, y en el Cielo se han cambiado en un mar de gloria, y cada uno de mis dolores ha fructificado otros tantos tesoros de gracia; y así como en la tierra me llaman estrella del mar, que con seguridad guía al puerto, así en el Cielo me llaman estrella de luz para todos los bienaventurados, de modo que son recreados por esta luz que me produjeron mis dolores.”
Mientras estaba en esto ha venido mi adorable Jesús diciéndome:
“Amada mía, no hay cosa que me sea más querida y agradable que un corazón justo que me ama, y viéndome sufrir me pide sufrir ella lo que sufro Yo, esto me ata tanto y tiene tanta fuerza sobre mi corazón, que por recompensa le doy todo Yo mismo, y le concedo las gracias más grandes y lo que ella quiere. Y si no hiciera esto, habiéndole hecho donación de Mí, siento que por cuantas cosas no le doy, tantos hurtos le hago, o sea, tantas deudas contraigo con ella.”
Libro de Cielo. Vol. 4, Cap. 111, Febrero 24, 1902
“Compadece al mismo tiempo a mi Madre, porque siendo mi sufrir la causa de sus dolores, compadeciéndola a Ella vienes a compadecerme a Mí mismo.”
Libro de Cielo. Vol. 4, Cap. 63, Abril 5, 1901
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