“Todos pueden participar en los méritos y en los bienes que fructificaron de los dolores de mi Madre. Quien anticipadamente se pone en las manos de la providencia, ofreciéndose a sufrir cualquier tipo de penas, miserias, enfermedades, calumnias y todo lo que el Señor disponga sobre ella, viene a participar del primer dolor de la profecía de Simeón. Quien actualmente se encuentra en los sufrimientos y está resignado y está más estrechado conmigo, no me ofende, y como si me salvara de las manos de Herodes, y sano y salvo me custodia en el Egipto de su corazón, participa del segundo dolor. Quien se encuentra abatido de ánimo, árido y privado de mi presencia, y está firme y fiel a sus acostumbrados ejercicios, es más, busca la ocasión de amarme y buscarme más, sin cansarse, viene a participar de los méritos y bienes que adquirió mi Madre en mi extravío. Quien en cualquier ocasión que se encuentre, especialmente de verme ofendido gravemente, despreciado, pisoteado, y busca repararme, compadecerme y rogar por aquellos mismos que me ofenden, es como si encontrara en aquella alma a mi misma Madre, que si hubiera podido me hubiera liberado de mis enemigos, y participa en el cuarto dolor. Quien crucifica sus sentidos por amor de mi crucifixión, y trata de copiar en sí las virtudes de mi crucifixión, participa del quinto. Quien está en continua actitud de adorar, de besar mis llagas, de reparaciones, de agradecimientos y más, a nombre de todo el género humano, es como si me tuviera en sus brazos, como me tuvo mi Madre cuando fui depuesto de la cruz, y participa del sexto dolor. Quien se mantiene en mi Gracia y me corresponde, y no da a ningún otro albergue en el propio corazón sino a Mí sólo, es como si me sepultara en el centro del corazón, y participa en el séptimo.”
Libro de Cielo. Vol. 6, Cap. 133, Septiembre 17, 1905
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