Después de haber pasado dos días de sufrimientos, mi benigno Jesús se mostraba todo afabilidad y dulzura. En mi interior yo decía: “Cómo es bueno conmigo el Señor, sin embargo no encuentro en mí nada bueno que le pueda agradar.” Y Jesús respondiéndome me ha dicho:
“Amada mía, así como tú no encuentras otro placer ni otro contento, que entretenerte y conversar conmigo y darme gusto sólo a Mí, de modo que todas las otras cosas que no son mías te disgustan, así Yo, mi placer y mi consolación es el venir a entretenerme y hablar contigo. Tú no puedes entender la fuerza que tiene sobre mi corazón, de atraerme a ella, un alma que tiene la única finalidad de agradarme sólo a Mí. Me siento tan unido con ella que estoy obligado a hacer lo que ella quiere.”
Mientras Jesús así decía, comprendí que hablaba en el modo como en días pasados, mientras sufría acerbos dolores, en mi interior iba diciendo: “Jesús mío, todo por amor tuyo, estos dolores sean tantos actos de alabanza, de honor, de homenaje que te ofrezco, estos dolores sean tantas voces que te glorifiquen y tantos testimonios que digan que te amo.”
Libro de Cielo, Vol. 2, Cap. 63, Agosto 21, 1899
“Hija mía, la caridad sólo es perfecta cuando es hecha con el solo fin de agradarme, y entonces es verdadera y es reconocida por Mí cuando está despojada del todo.”
Libro de Cielo, Vol. 2, Cap. 22, Mayo 12, 1899
“Todo lo que se hace con la única finalidad de agradarme, resplandece ante Mí de una manera tal que atrae mis miradas divinas, y me agrada tanto, que a esas acciones, aunque fuesen sólo un movimiento de pestañas, les doy el valor como si fueran hechas por Mí.”
Libro de Cielo, Vol. 3, Cap. 4, Noviembre 6, 1899
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