Continuando mi habitual estado, he visto a mi bendito Jesús casi en acto de castigar a las gentes, y habiéndole rogado que se aplacara me ha dicho:
“Hija mía, la ingratitud humana es horrenda; no sólo los sacramentos, la gracia, las luces, las ayudas que doy al hombre, sino también las mismas dotes naturales que le he dado, todas son luces que sirven para encaminarlo en el camino del bien, y por lo tanto para encontrar la propia felicidad, y el hombre convirtiendo todo esto en tinieblas, busca allí la propia ruina, y mientras allí busca la ruina dice que busca mi propio bien; ésta es la condición del hombre, ¿se puede dar ceguera e ingratitud más grande que ésta? Hija, mi único consuelo y gusto que me puede dar la criatura en estos tiempos, es el sacrificarse voluntariamente por Mí, porque habiendo sido mi sacrificio todo voluntario por ellos, donde encuentro la voluntad de sacrificarse por Mí, me siento como recompensado por lo que hice por ellos. Por eso, si quieres aliviarme y darme gusto, sacrifícate voluntariamente por Mí.”
Libro de Cielo, Vol. 6, Cap. 73, Septiembre 27, 1904
“Oh, si tú aceptas tener sacrificada tu voluntad en honor a tu Creador, la Divina Voluntad hará el primer paso en tu alma: Te parecerá estar circundada de un áurea celestial, purificada y enfervorizada de tal forma que sentirás aniquilados en ti los gérmenes de las pasiones y lograrás penetrar en el Reino de la Divina Voluntad.”
Libro La Virgen María En El Reino de La Divina Voluntad.
Primer Día
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