Continuando mi habitual estado, apenas he visto al bendito Jesús en mi interior, y como si quisiera continuar quitándome las dudas me ha dicho:
“Hija, Yo soy la verdad misma, y jamás puede salir de Mí la falsedad, a lo más alguna cosa que el hombre no comprende, y esto lo hago para hacer ver que si no se comprende bien la palabra, ¿cómo se puede comprender en todo al Creador? Pero sin embargo el alma debe corresponder poniendo en práctica mi palabra, porque cada palabra son tantos eslabones de gracia que salen de Mí, de los cuales hago don a la criatura, y si corresponde, estos eslabones los encadena a los otros ya adquiridos, si no, los regresa a su Creador; y no solo esto, sino que Yo solamente hablo cuando veo la capacidad de la criatura que puede recibir ese don, y correspondiéndome no sólo adquiere tantos eslabones de gracia, sino que adquiere también tantos eslabones de sabiduría divina, y si los veo encadenados con la correspondencia, me dispone a darle otros dones; pero si veo mis dones rechazados, me retiro guardando silencio.”
Libro de Cielo, Vol. 6, Cap. 7, Noviembre 24, 1903
“Hija mía, lo que te recomiendo es conservar y estimar mis palabras, porque mi palabra es eterna y santa como Yo mismo, y conservándola en tu corazón y aprovechándola, tendrás tu santificación y por ello recibirás en recompensa un esplendor eterno, producido por mi palabra; haciendo de otra manera tu alma recibirá un vacío y quedarás deudora de Mí.”
Libro de Cielo, Vol. 2, Cap. 50, Julio 30, 1899
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