Por cuanto más el alma está vacía y es humilde,
tanto más la luz divina la llena y le comunica
sus gracias y perfecciones
Encontrándome en mi habitual estado, veía al niño Jesús con un puño de luz en la mano, y de los dedos le corrían los rayos fuera. Yo he quedado admirada y Él me ha dicho:
“Hija mía, la perfección es luz, y quien dice querer alcanzarla no hace otra cosa que como quien quisiera tomar en un puño un cuerpo de luz, que mientras hace por tomarlo, la misma luz se le escapa por entre los dedos, sólo que la mano queda sumergida en la misma luz. Ahora, la luz es Dios, y sólo Dios es perfecto, y el alma que quiere ser perfecta no hace otra cosa que aferrar las sombras, las gotitas de Dios, y a veces no hace otra cosa que vivir sólo en la luz, esto es, en la Verdad. Y así como la luz, por cuanto más vacío encuentra y cuanto más profundo es el lugar, tanto más adentro se introduce, y así más espacio toma, así la luz divina, cuanto más vacía y humilde es el alma, tanto más la luz la llena y le comunica sus gracias y perfecciones.”
Libro de Cielo, Vol. 6, Cap. 88, Diciembre 22, 1904
Jesús les habló otra vez, y dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me siga, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”
Juan 8, 12
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