Esta mañana encontrándome en mi habitual estado, por unos momentos ha venido el bendito Jesús y me ha dicho:
“Hija mía, cuando el alma está desapegada de todo, en todas las cosas encuentra a Dios, lo encuentra en sí misma, lo encuentra fuera de sí misma, lo encuentra en las criaturas, así que puede decir que todas las cosas se convierten en Dios para el alma desapegada de todo, más aún, no sólo lo encuentra, sino lo mira, lo siente, lo abraza, y como en todo lo encuentra, así todas las cosas le suministran la ocasión de adorarlo, de implorarlo, de agradecerle, de estrecharse más íntimamente a Él, y además, tus lamentos por mi privación no son razonables, pues si tú me sientes en tu interior, es señal de que no sólo estoy fuera, sino también dentro, como en mi propio centro.”
He olvidado decir al principio que me lo ha traído la Reina Mamá, y como le rogaba que me contentara y no me dejara privada de Él, Jesús bendito ha respondido como está escrito arriba.
Libro de Cielo, Vol. 6, Cap. 52, Julio 28, 1904
“Hija mía, por eso la primera cosa que tanto recomiendo es el desapego de todas las cosas y hasta de sí mismo, y cuando el alma se ha despegado de todo, no tiene necesidad de hacerse fuerza para estar lejos de todas las cosas de la tierra, que por ellas mismas se ponen a su alrededor, pero viendo que no son tomadas en cuenta, más bien despreciadas, dándole un adiós se despiden para no darle más molestia.”
Libro de Cielo, Vol. 2, Cap. 25, Mayo 23, 1899
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