El hombre con el pecado va al encuentro de la
Justicia Divina. Jesús ha hecho todo por nosotros
Encontrándome en mi habitual estado, estaba diciendo a mi siempre amable Jesús: “¿Cómo es posible, Tú has hecho todo por nosotros, has satisfecho todo, has reintegrado en todo la gloria del Padre por parte de las criaturas, de modo de cubrirnos a todos como con un manto de amor, de gracias, de bendiciones, y con todo esto los flagelos caen casi rompiendo el manto de protección con el cual nos has cubierto?” Y mi dulce Jesús, interrumpiéndome me ha dicho:
“Hija mía, todo lo que tú dices es verdad, todo, todo lo he hecho por la criatura, el amor me empujaba tanto hacia ella, que para estar seguro de ponerla a salvo la quise envolver dentro de mi obrar como dentro de un manto de defensa, pero la ingrata criatura con el pecado voluntario rompe este manto de defensa, huye de debajo de mis bendiciones, gracias y amor, y poniéndose a cielo abierto es golpeada por los rayos de la Justicia Divina. No soy Yo que golpeo al hombre, es él que con el pecado viene al encuentro, a recibir los golpes. Reza, reza por la gran ceguera de las criaturas.”
Libro de Cielo, Vol. 12, Cap. 50, Junio 12, 1918
“Hija mía, el pecado, si es grave, es un abrazo venenoso y mortífero al alma, y no sólo a ella sino también a todas las virtudes que se encuentran en el alma; si es venial, es un abrazo que hiere, que vuelve al alma muy débil y enferma, y junto con ella se enferman las virtudes que había adquirido. ¡Qué arma mortal es el pecado! ¡Sólo el pecado puede herir y dar muerte al alma! Ninguna otra cosa puede dañarla, ninguna otra cosa la vuelve ignominiosa, odiosa ante Mí, sino sólo el pecado.”
Libro de Cielo, Vol. 3, Cap. 25, Enero 5, 1900
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