Habiendo recibido la comunión, mi dulce Jesús se ha hecho ver todo afabilidad, y como parecía que el confesor ponía la intención de la crucifixión, mi naturaleza sentía casi repugnancia de someterse. Entonces mi dulce Jesús para animarme me ha dicho:
“Hija mía, si la Eucaristía es prenda de la futura gloria, la cruz es desembolso para comprarla; si la Eucaristía es semilla que impide la corrupción, y es como esas hierbas aromáticas con las que ungiéndose los cadáveres no se corrompen, y dona la inmortalidad al alma y al cuerpo, la cruz la embellece y es tan potente, que si hay deudas contraídas ella se hace fiadora y con mayor seguridad hace que se le restituya la escritura de la deuda contraída, y después de que ha satisfecho todo adeudo, con ello forma al alma el trono más deslumbrante en la futura gloria. ¡Ah! sí, la cruz y la Eucaristía se alternan juntas, y una obra más potentemente que la otra.”
Después ha agregado: “La cruz es mi lecho florido, no porque no sufriera dolores atroces, sino porque por medio de la cruz daba a luz a tantas almas a la Gracia, veía brotar tantas bellas flores que producían tantos frutos celestiales, así que viendo tanto bien, tenía para delicia mía aquel lecho de dolor y me deleitaba de la cruz y del sufrir. También tú hija mía, toma como delicias las penas y deléitate de estarte crucificada en mi cruz. No, no quiero que temas el sufrir, como si quisieras obrar como holgazana, ánimo, obra con animosidad y exponte por ti misma al sufrir.”
Mientras esto decía veía a mi buen ángel que estaba preparado para crucificarme, y yo por mí misma he extendido los brazos y el ángel me crucificaba. ¡Oh, cómo gozaba el buen Jesús de mi sufrir, y cómo estaba yo contenta, porque podía dar gusto a Jesús siendo un alma tan miserable! Me parecía que fuera un gran honor para mí el sufrir por amor suyo.
Libro de Cielo, Vol. 3, Cap. 66, Mayo 1, 1900
Jesús le dice que la cruz lo hizo conocer como Dios.
Le habla acerca de la cruz del dolor y del amor
Continuando mi pobre estado y el silencio de Jesús bendito, esta mañana, encontrándome más que nunca oprimida, al venir me ha dicho:
“Hija mía, no las obras, ni la predicación, ni la misma potencia de los milagros me hicieron conocer con claridad como Dios, el cual soy, sino cuando fui puesto en la cruz y levantado sobre ella como sobre mi propio trono, entonces fui reconocido como Dios, así que sólo la cruz reveló al mundo y a todo el infierno quién era Yo verdaderamente; entonces todos quedaron sacudidos y reconocieron a su Creador. Así que es la cruz la que revela a Dios al alma, y hace conocer si el alma es verdaderamente de Dios, se puede decir que la cruz descubre todas las partes íntimas del alma, y revela a Dios y a los hombres quién es esta alma.”
Después ha agregado: “Sobre dos cruces Yo consumo a las almas, una es de dolor, la otra es de amor. Y así como en el Cielo todos los nueve coros angélicos me aman, sin embargo cada uno tiene su oficio especial, como los serafines, que su oficio especial es el amor y su coro es puesto más enfrente para recibir las reverberaciones de mi Amor, tanto que mi Amor y el de ellos saeteándose juntos se tocan, se acoplan continuamente; así a las almas sobre la tierra les doy su oficio diferente, a quien la vuelvo mártir de dolor, y a quien de amor, siendo ambos hábiles maestros en sacrificar a las almas y hacerlas dignas de mis complacencias.”
Libro de Cielo, Vol. 4, Cap. 58, Marzo 8, 1901
Fiesta a la cruz en el Cielo
Esta mañana me he encontrado fuera de mí misma y veía todo el cielo sembrado de cruces, pequeñas, grandes, medianas. Las más grandes, más resplandor daban; era un encanto dulcísimo el ver tantas cruces que embellecían el firmamento, más resplandecientes que el sol. Después de esto pareció que se abría el Cielo y se veía y oía la fiesta que los bienaventurados hacían a la cruz. Quien más había sufrido, era más festejado en este día. Se distinguían en modo especial los mártires y quienes habían sufrido ocultamente. ¡Oh, cómo se estimaba en esa bienaventurada morada la cruz y a quien más había sufrido! Mientras esto veía, una voz ha resonado por todo el empíreo que decía:
“Si el Señor no mandase las cruces sobre la tierra, sería como aquel padre que no tiene amor por los propios hijos, que en vez de querer verlos honrados y ricos, los quiere ver pobres y deshonrados.”
El resto que vi de esta fiesta no tengo palabras para explicarlo, lo siento en mí pero no sé manifestarlo, por eso hago silencio.
Libro de Cielo, Vol. 3, Cap. 67, Mayo 3, 1900
Las cruces son fuentes bautismales
Esta mañana al venir el bendito Jesús me ha dicho:
“Hija mía, la cruces, las mortificaciones, son otras tantas fuentes bautismales, y cualquier especie de cruz que está empapada en el pensamiento de mi Pasión, pierde la mitad de la aspereza y disminuye la mitad del peso.”
Y como relámpago ha desaparecido. Entonces yo he quedado haciendo ciertas adoraciones y reparaciones en mi interior, y de nuevo ha regresado y ha agregado:
“Cuál no es mi consuelo al ver rehecho en ti lo que mi Humanidad hizo tantos siglos antes, porque cualquier cosa que Yo determiné que cada alma hiciera, fue hecha primero en mi Humanidad, y si el alma me corresponde, lo que Yo hice por ella lo rehace de nuevo en sí misma, y si no, queda sólo hecho en Mí mismo, y Yo siento por ello una amargura indecible.”
Libro de Cielo, Vol. 6, Cap. 116, Junio 5, 1905
Dios va buscando almas que quieran vivir en la Divina Voluntad
para poner en sus brazos a todas las almas
Esta mañana mi dulce Jesús se hacía ver en mi interior en acto de extender los brazos en forma de cruz, y yo quedaba distendida junto con Él; después me ha dicho:
“Hija mía, el último acto de mi Vida fue el extenderme sobre la cruz y permanecer ahí hasta que morí con los brazos abiertos, sin poderme mover ni oponerme a lo que querían hacerme. Yo era el verdadero retrato, la viva imagen de quien vive no de voluntad humana, sino Divina. Aquél no poder moverme, ni poder oponerme, ese haber perdido todo derecho sobre Mí, la tensión horrible de mis brazos, ¡cuántas cosas decían! Y mientras Yo perdía los derechos, los demás hacían adquisición de mi Vida. El primer derecho fue de la Voluntad Suprema, que haciendo uso de su Inmensidad y Omnividencia, tomaba todas las almas, inocentes y pecadoras, buenas y santas y me las ponía en los brazos distendidos, a fin de que las llevara al Cielo, y Yo no rechacé a ninguno; así que en mis brazos la Voluntad Divina dio lugar a todos. Ahora, como la Voluntad Suprema es un acto continuado, nunca interrumpido, y lo que hace una vez no deja nunca de hacerlo, y si bien mi Humanidad está en el Cielo y no está sujeta a sufrir, va buscando almas que no obren en la voluntad humana sino en la Divina, que no se opongan a nada, que pierdan todo derecho propio, a fin de que quedando todo derecho en poder de la Divina Voluntad, continúe su acto de poner en los brazos de quien se presta a distenderse en mi Querer a todas las almas, pecadores y santos, inocentes y malos a fin de que repita y continúe lo que hicieron mis brazos distendidos en cruz. He aquí por qué me he distendido dentro de ti, para que la Suprema Voluntad continúe su acto de traerme a todos a mis brazos.
Libro de Cielo, Vol. 6, Cap. 116, Junio 5, 1905
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