“Si hacía milagros tenían qué decir..”
“¿Por qué piensan mal?” (Mt 9, 4)
“Si entre la criatura y Yo no hay plena confianza, no se pueden elevar a vivir en mi Divina Voluntad. La desconfianza siempre pone obstáculo a la unión entre Creador y criatura, es la que le impide el vuelo hacia quien tanto la ama, la hace vivir a ras de tierra, y aun a pesar de que no caiga, le hace sentir a lo vivo sus pasiones. Mucho más que la desconfianza ha sido el acto débil en el curso de los siglos, y a veces aun las almas buenas han retrocedido en el camino de las virtudes por causa de la desconfianza, y Yo para quitar este entorpecimiento que produce el espectro de la desconfianza, he querido mostrarme contigo todo amor y a lo familiar, más que padre e hija, para volver a llamar no sólo a ti, sino a todos los demás a vivir como hijos, como arrullados en mis brazos; y Yo he gustado, y también tú, cómo es bello tener a la criatura toda amor y toda confianza conmigo; Yo puedo dar lo que quiero, y ella no tiene ningún temor de no recibir lo que quiere, así que puesta en orden la verdadera confianza entre la criatura y Yo, viene quitado el mayor obstáculo para hacer reinar mi Divina Voluntad en sus almas. Entonces hija mía, Yo sé hacia donde tienden mis miras, y a qué deben servir, sé lo que hago de grande y bello cuando elijo a una criatura, y ¿ellos qué saben? Y además, siempre tienen algo que decir sobre mi obrar, mi breve vida acá abajo no fue perdonada, cuando mi santísima Humanidad estaba en medio a ellos y Yo era todo amor para ellos, no obstante si me acercaba demasiado a los pecadores tenían qué decir, decían que no era decoroso para Mí tratar con ellos, y Yo los dejaba decir, y sin dar importancia a su hablar hacía mis actos, me acercaba de más a los pecadores, los amaba de más para atraerlos a amarme; si hacía milagros tenían qué decir, pues como me creían hijo de san José, decían que no podía salir de un artesano el Mesías prometido, e iban suscitando dudas acerca de mi Divina Persona, tanto de formar nubes en torno al Sol de mi Humanidad, y Yo suscitaba los vientos para desembarazarme de las nubes y reaparecía más refulgente en medio a ellos para cumplir la finalidad de mi venida a la tierra, la cual era la Redención.
Libro de Cielo, vol. 28, cap. 14, Junio 2, 1930
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