La criatura con hacer su voluntad pierde la cabeza,
la razón divina, el orden, el régimen.
Jesús es cabeza de la criatura
“El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt: 8, 20)
Mientras continuaba mi giro en la Divina Voluntad, su dulce Imperio, su Fuerza irresistible, su Amor y su Luz inextinguible se vierten sobre mi pequeñez, la cual como raptada se encuentra en el mar de la Divina Voluntad, y ¡oh! las dulces sorpresas, sus modos siempre nuevos, su Belleza raptora, su Inmensidad que lleva como en su regazo a todos y a todo; pero lo que más impresiona es su Amor por la criatura, parece que es toda ojo para mirarla, todo corazón para amarla, toda manos y pies para llevarla estrechada a su seno y para darle el paso. ¡Oh! cómo suspira el dar su Vida a la criatura a fin de que pueda vivir de la suya, parece que sea un delirio que tiene, un empeño que ha tomado, una victoria que a cualquier costo quiere obtener, que su Vida forme la vida de la criatura. Entonces mi mente se perdía en medio de este espectáculo de amor de la Divina Voluntad, y mi dulce Jesús todo ternura me ha dicho:
“Hija mía, el hombre con hacer su voluntad perdió la cabeza, la razón divina, el régimen, el orden de su Creador, y como perdió la cabeza, todos los miembros querían hacer de cabeza, pero no siendo oficio de los miembros tener virtud y habilidad de hacer de cabeza, no supieron tener el régimen, ni el orden entre ellos, y un miembro se puso contra el otro y se dividieron entre ellos, así que quedaron como miembros separados, porque no poseían la unidad de la cabeza. Pero nuestro Ente Supremo amaba al hombre, y viéndolo sin cabeza, nos daba pena y era el más grande de los deshonores a nuestra obra creadora, no podíamos tolerar un desgarro tan grande en aquél que tanto amábamos. Por eso nuestra Voluntad Divina nos dominó, y nuestro Amor nos venció, y haciéndome descender del Cielo a la tierra me constituí cabeza del hombre y reuní todos los miembros esparcidos bajo mi cabeza, y los miembros adquirieron el régimen, el orden, la unión y la nobleza de la cabeza. Así que mi Encarnación, todo lo que hice y sufrí, y mi misma muerte, no fue otra cosa que camino que hice para buscar estos miembros esparcidos, y hacer fluir de la virtud de mi cabeza divina, la vida, el calor y la resurrección de los miembros muertos, para formar de todas las humanas generaciones un solo cuerpo bajo mi cabeza divina; cuánto me costó, pero mi Amor me hizo superar todo, afrontar todas las penas y triunfar sobre todo. Ahora hija mía, mira entonces qué significa no hacer mi Voluntad, perder la cabeza, dividirse de mi cuerpo, y como miembros separados, a duras penas y a tientas caminar aquí abajo como tantos monstruos, de dar piedad. Todo el bien de la criatura está concentrado en mi Voluntad Divina y forma nuestra gloria y la de las humanas generaciones; he aquí el por qué nuestro delirio, nuestro empeño, y queremos vencer por vía de amor y de sacrificios inauditos, para que la criatura viva en nuestra Voluntad. Por eso sé atenta y contenta a tu Jesús.”
Libro de Cielo, vol. 33, cap. 10, Febrero 24, 1934
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