“… Sustrayéndose del Querer Supremo cayó enfermo”
“No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos…
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9, 12-13)
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9, 12-13)
“Hija mía, mira entonces el por qué al venir Yo a la tierra no di el reino de mi Querer ni lo hice conocer, pues había una necesidad, quise someter a una nueva prueba a la criatura, quise darle cosas menores de aquéllas que le di en la Creación, remedios y bienes para curarla, porque al crearlo, el hombre no estaba enfermo sino sano y santo, por lo tanto podía muy bien vivir en el reino de mi Querer, pero sustrayéndose del Querer Supremo cayó enfermo y Yo vine a la tierra como médico celestial para ver si aceptaba los remedios, las medicinas para su enfermedad, y después de haberlo probado en esto, entonces le habría dado la sorpresa de manifestar el reino de mi Voluntad que en mi Humanidad tenía preparado para él.
Se engañan aquellos que piensan que nuestra suma Bondad y Sabiduría infinita habrían dejado al hombre sólo con los bienes de la Redención, sin levantarlo de nuevo al estado primero creado por Nosotros; si fuera así, nuestra Creación hubiera quedado sin su finalidad y por lo tanto sin su pleno efecto, lo que no puede ser en las obras de un Dios, a lo más haremos pasar y girar los siglos, dando ahora una sorpresa, ahora una otra, ahora confiándole un pequeño bien, ahora otro más grande; haremos como un padre que quiere heredar a sus hijos.
Pero estos hijos mucho han malgastado los bienes del padre, pero con todo y esto está decidido a dar en herencia la propiedad a sus hijos, así que piensa en otra estrategia, no da ya a sus hijos las sumas grandes sino poco a poco, peso a peso, y conforme ve que los hijos conservan lo poco así va aumentando las pequeñas sumas, con esto los hijos vienen a reconocer el amor del padre y a apreciar los bienes que les confía, lo que no hacían antes cuando tenían las sumas grandes, esto sirve para reafirmarlos y para enseñarles a saber conservar los bienes recibidos; entonces el padre, cuando los ha formado confirma su decisión y da sus propiedades a sus hijos.
Ahora así está haciendo la paterna Bondad, en la Creación puso al hombre en la opulencia de los bienes, sin restricción alguna, pero solamente porque quiso probarlo le puso una sola restricción que a él no le hubiera costado gran cosa, pero con un acto de su voluntad contraria a la mía malgastó todos estos bienes, pero mi Amor no se detuvo, comencé más que padre a darle poco a poco, y primeramente a curarlo. Con lo poco muchas veces se usa más atención que cuando se poseen las cosas grandes, porque si se poseen grandes propiedades y se despilfarra, hay siempre de dónde tomar; pero si se despilfarra lo poco se queda en ayunas, pero la decisión de dar el reino de mi Voluntad al hombre no la he cambiado, el hombre cambia, Dios no se cambia.
Ahora la cosa es más fácil, porque los bienes de la Redención han hecho el camino, han hecho conocer muchas sorpresas de mi Amor por el hombre, cómo los he amado, no con el solo Fiat sino con darle mi propia Vida, si bien mi Fiat me cuesta más que mi misma Humanidad, porque el Fiat es divino, inmenso y eterno, mi Humanidad es humana, limitada y en el tiempo tiene su principio, pero la mente humana no conociendo a fondo lo que significa el Fiat, su valor, su Potencia y qué puede hacer, se dejan impresionar más por todo lo que hice y sufrí al venir a redimirlos, sin saber que bajo mis penas y mi muerte estaba escondido mi Fiat, que daba vida a mis penas.
Ahora, si hubiese querido manifestar el reino de mi Voluntad cuando vine a la tierra, antes de que los bienes de la Redención fuesen conocidos y en gran parte poseídos por las criaturas, mis más grandes santos se habrían espantado, todos habrían pensado y dicho: ‘Adán inocente y santo no supo vivir, ni perseveró en este reino de luz interminable y de Santidad divina, ¿cómo podemos hacerlo nosotros?’ Y tú la primera, ¿cuántas veces no te has espantado y temblando ante los bienes inmensos y la Santidad toda divina del reino del Fiat Supremo querías retirarte diciéndome: ‘Jesús, piensa en cualquier otra criatura, yo soy incapaz?’
Libro de Cielo, vol. 19, cap. 38, Julio 18, 1926
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